Los Sobrevivientes de la Esmeralda; Prisioneros de Guerra

Los Sobrevivientes de la Esmeralda; Prisioneros de Guerra

Por Jaime Larraín Zelada

“Permanecí por algunos instantes sin saber lo que me pasaba, i Dios solo sabe como me salvé. Cuando saqué la cabeza fuera del agua, vi al Huáscar i una especie de nata formada por cincuenta o sesenta cabezas junto con diferentes trozos de madera, restos del buque.

Yo, que como usted no lo ignora, sé nadar, traté de irme a tierra, i junto con dos marineros que sabía eran buenos nadadores, nos prometimos ayudarnos mutuamente.

Yo veía cerca al Huáscar i veía también sus botes que trataban de salvar a los náufragos, más no se qué instinto me obligaba a huir de ellos; pero el bote avanzaba con gran ligereza i pronto sentí sobre mi cabeza la voz de un oficial que me decía subiera al bote. No teniendo otra cosa que hacer, subí i allí encontré a varios compañeros que ya habían sido recogidos. Pregunté por Riquelme, i tuve el gran sentimiento de saber que había perecido. Recogimos a varios otros, i pronto llegamos a bordo, donde fuimos bien recibidos.

Allí permanecimos cuatro horas, viniéndonos en seguida a tierra, donde permanecemos como prisioneros de guerra. Nos tratan bien. Estamos alojados en el cuartel de bomberos.”



Francisco Sánchez Alvadarejo Iquique 2 de junio


Durante años hemos escuchado una y otra vez el relato de aquel épico episodio que llena de lauros las páginas de nuestra historia. Sin embargo, en esta especial noche, queremos mostrar retazos olvidados de historia que dejan de manifiesto, aspectos desconocidos de un hecho que marcó a nuestra nación y la impulsó a enfrentar como un indisoluble conjunto, una guerra distante.

¿Qué aconteció con aquellos heroicos hombres que sobrevivieron a tan épico y desigual combate? ¿Dónde pasaron, los sobrevivientes de la Esmeralda, los días y meses posteriores al Combate de Iquique?

Retrocedamos ahora 125 años, encontrémonos con aquellos héroes olvidados, permitamos que la historia se apodere de nuestro alrededor.


De la dotación de la Esmeralda, que la componían cerca de doscientos hombres, no más de cincuenta sobrevivieron, entre oficiales, marineros y soldados de la guarnición, quienes fueron trasladados al puerto de Iquique y ubicados en un Cuartel de Bomberos y la Aduana local respectivamente.

Entre de las autorizaciones con que contaron estos prisioneros fue la de enviar cartas a sus familiares, que a través de los cónsules extranjeros podían hacerlas llegar a las autoridades chilenas.

Escuchemos ahora de esas cartas el detalle de algunos sobrevivientes:



LUIS URIBE en carta a su padre le señala:


Después de tragar un poco de agua me encontré a flote, sin saber cómo, porque ha de saber Ud. que nado como piedra.

Del agua fuimos recogidos por los botes del Huáscar i desembarcados en este puerto en calidad de prisioneros.

.En el Huáscar fuimos muy bien atendidos i desembarcados ese mismo día. En tierra hemos sido visitados por los señores oficiales del ejército peruano.

Las autoridades militares y civiles nos han guardado muchas consideraciones, y estamos muy agradecidos.

El anciano general en jefe Buendía se ha hecho notable por su digna conducta.







El teniente FRANCISCO 2° SANCHEZ Alvaradejo, en una detallada presentación escribe lo siguiente, confirmando que en un inicio estos prisioneros son tratados de muy buena forma por la preocupación jefe del Ejercito peruano, General Buendía y el Coronel Velarde.





"Una vez en el Huáscar, nos pusieron en la cámara del comandante. Nos dieron un poco de licor, i media hora después estaba vestido con una camisa blanca, una cotona i un pantalón de marinero.

Al salir a bordo nos dieron un par de zapatos. Sombreros no nos dieron por no haber a bordo. El frío i el hambre nos atormentaban. En todo ese día no había probado bocado, i al estar sin medias, calzoncillos, camiseta, etc. No es raro suponer que con tan poca ropa pudiera estar abrigado.



El jefe del ejército nos dijo: Ustedes no son prisioneros, ustedes son náufragos. El valor de ustedes no tiene ejemplo en la historia de las guerras marítimas. Si ha habido un caso igual, estoy cierto que no hay quien lo sobrepuje. No recuerdo bien las palabras.



Hoy puedo decir, sin temor a equivocarme, que las pocas comodidades que tenemos se las debemos puramente al general Buendía. Estos dos caballeros se han conducido muy bien con nosotros i les estamos muy agradecidos. El señor Velarde continuamente viene a visitarnos i a ofrecernos lo que necesitemos.



¿I qué se dice por allá sobre nuestro rescate? ¿Podemos tener esperanza de alcanzarlo pronto? La inmovilización en que nos encontramos i el no poder continuar siendo útiles a la patria, nos atormenta"





Una carta del cirujano de la Esmeralda, Cornelio Guzmán nos aporta más antecedentes de su prisión en Iquique, entre los meses de Mayo a Julio:









En el trayecto hacia el muelle de Iquique anocheció; desembarcamos en medio de un gran gentío que ocupaba todo el largo del muelle. Como los prisioneros llevábamos uniforme de marineros peruanos, el público no se dió cuenta de lo que ocurría. Sin embargo, casi al término de nuestro trayecto hay un altercado, un tumulto: creyéndolo chileno, han atacado de hecho al oficial peruano que nos acompañaba; creo que fue el Teniente Díaz Canseco, quien murió más tarde en la toma del "Huáscar". Nosotros instintivamente nos agrupamos y apuramos el paso hasta llegar al edificio de la Aduana, donde estaba el Estado Mayor. Desde ahí hemos oído grandes voces y gritos de la muchedumbre, que sólo en esos instantes se imponía que chilenos prisioneros pisaban suelo peruano. Los gritos de "¡Mueran los chilenos!" resonaron varias veces.





Muy avanzada la noche fuimos conducidos entre dos filas de soldados, a un galpón de zinc que servía de cuartel a la compañía de bomberos "Austriaca".

Estamos incomunicados y rodeados de guardias. Nuestras camas son simples jergones; nos acostamos vestidos. La jornada ha terminado, sólo los oficiales estamos juntos; la marinería prisionera no la volvemos a ver más.



Ahora vamos a experimentar las amarguras y tristezas de los prisioneros de guerra. La patria la divisamos muy lejos y nadie podrá saber el fin de nuestra prisión. La suerte de la "Covadonga" la creíamos igual a la nuestra, y como no había prisioneros supusimos muertos a todos sus tripulantes.

A fines del mes de mayo el General Prado, Presidente del Perú, que visitaba sus tropas, vino a vernos. Penetró a caballo en nuestro galpón, diciendo que por tener reumatismo en un pie no podía desmontarse.



Reconoció al guardiamarina Wilson , a quien había conocido en Chile. Tal vez como resultado de esta visita fuimos trasladados algunos días después a una pieza del mismo edificio a donde llegamos la noche del 21.

En los primeros días de junio el Cónsul inglés en Iquique nos entregó dinero que nuestro Gobierno nos enviaba. Con alguna dificultad principiamos a comprarnos ropa. Siempre estamos incomunicados y encerrados en una sola pieza.

El Teniente Uribe ha conseguido algunas novelas inglesas que nos lee en alta voz y con tanta facilidad como si estuvieran en castellano. Este es nuestro único pasatiempo. En el transcurso de este mes hemos recibido correspondencia de Chile.

Los primeros periódicos chilenos que pudimos leer fueron remitidos ocultamente por el almacén español "La Joven América". Era tanta la emoción que nos dominaba que nadie pudo leerlos en alta voz, pues los sollozos apagaban las palabras.

Hemos recibido la primera visita del jefe del ejército peruano, señor General Buendía. Hombre culto y agradable que trataba de ayudarnos en lo que podía. Nos refirió que en la campaña del año 38 había servido como Capitán del regimiento chileno Carampangue", a las órdenes del General Bulnes.

Entre otras atenciones, recuerdo que nos mandaba por las noches agua dulce de su uso personal, pues la que nosotros bebíamos y la que bebía todo el pueblo era salobre: La escuadra chilena, que bloqueaba el puerto, impedía funcionar la remachadora. También nos visitaba el Coronel Velarde, Jefe del Estado Mayor. Este distinguido jefe, viendo una noche que no teníamos ropa de cama nos mandó frazadas, compradas con su peculio particular. Entre penalidades y tristezas se va pasando el tiempo".

En los primeros días de Agosto, por su seguridad, los oficiales prisioneros son trasladados de Iquique, donde quedaran sólo los marineros.



"Habiendo suspendido el bloqueo del puerto la escuadra chilena, se notó gran movimiento en la ciudad; y una noche fuimos despertados de improviso, recibiendo orden de levantarnos y salir de nuestra pieza. Como dormíamos medio vestidos no tardamos en estar listos y ponernos en marcha entre dos filas de soldados que nos condujeron al muelle y de ahí al transporte de guerra peruano "Chalaco".



Comenzó para nosotros una larga peregrinación. Pasando por el Callao y Lima, trasmontamos la cordillera con un frío glacial y a cinco mil metros de altura y llegamos a Tarma, en plena sierra, pequeña ciudad destinada a servirnos de prisión desde el diez de agosto.



Ahí encontramos al señor Coronel don Manuel Bulnes con todos sus oficiales del Regimiento de Carabineros de Yungay, prisioneros junto a los oficiales del transporte "Rimac".

Aquí los días transcurrieron monótonos, lentos y con dificultades frente a las autoridades, esto llevó a escribir, por parte de un grupo de prisioneros, en noviembre una nota al decano del cuerpo diplomático residente en Lima, dando cuenta del tratamiento que reciben, y que en resumen dice:



Tarma, noviembre 27 de 1879.

Los que suscriben, prisioneros chilenos de la Esmeralda y del Escuadrón de Carabineros de Yungai, nos tomamos la libertad de dirigirnos a V. E. como Decano del Honorable Cuerpo de Diplomático residente en Lima, con el objeto de que sea conocido el tratamiento que aquí recibimos en nuestra condición de prisioneros de guerra,

“nos encontramos en la peor condición moral y material que pueda imaginarse. Se nos insulta y veja sin reparo.


En más de una ocasión los soldados de la guardia, con salvaje cinismo, nos han insultado gravemente sin ser por ellos reconvenidos o castigados.

Cada vez que llega o sale un correo, somos victimas de vejaciones inauditas. Las cartas que escribimos son abiertas y leídas, y las que recibimos quedan sujetas a esta misma operación después de un retardo intencional e inútil de tres o más días.


Recientemente el día 21, encontrándonos varios reunidos a las 9:30 de la noche, charlando sin ofender a nadie, se nos envió un recado insolente para que guardásemos silencio. Se intento sacar de la sala a uno de los concurrentes, como se resistiese, se llamo mas fuerza, se presento el prefecto y en medio de un grande y ridículo aparato se mando a la cárcel de criminales a un capitán y a un paisano de los prisioneros dejándolos pasar allí la noche.

En noviembre las fuerzas chilenas ocupan Iquique y se rescatan a los 49 marineros y guarnición de soldados que allí se encontraban prisioneros desde mayo.

Pero todavía faltaban los de Tarma y el gobierno chileno, después de la captura del Huascar, en octubre, había iniciado conversaciones, con el gobierno de Lima, conversaciones que no habían tenido buen resultado.

Esto cambiaría cuando es capturado la Pilcomayo, con lo que se acuerdan los pactos de canje de prisioneros, los que a fines de diciembre son embarcados desde el Callao, arribando a Valparaíso el día 7 de enero, donde eran esperados con una gran celebración, quedando atrás las privaciones y dolor de la cruel distancia de la Patria adorada.

De todos los discursos que se hicieron para darles la bienvenida y a modo de resumen de esta exposición, podemos citar al del Presbítero Mariano Casanova quien dijo: (En Imagen lista de los oficiales sobrevivientes)

“Como verdaderos cristianos habéis cumplido hasta el heroísmo con los deberes de vuestro cargo; como los valientes Macabeos, llenos de valor y de constancia, dispuestos a morir por las leyes y por la Patria. Y es Dios quien da al hombre las fuerzas y quien les sostiene en el combate, robusteciendo su brazo.

Como verdaderos chilenos habéis comprobado hasta la evidencia nuestro tradicional lema: “Vencer o Morir” y habéis enseñado a todos nuestros conciudadanos el límite sublime del amor patrio:

Sacrificarse hasta la muerte, esperando eterna recompensa”

Distinguida audiencia,…hemos revivido por unos instantes las vivencias desconocidas de los sobrevivientes de la Esmeralda y de sus camaradas de cautiverio. Este pequeño y señero relato, nos ejemplifica claramente el esfuerzo y sacrificio de un grupo de hombres, muchos de ellos jóvenes chilenos que, impulsados solo por el amor a su bandera, dejaron tras de si comodidades, amores, sueños o el calor maternal del tibio hogar. Muchos de ellos jamás volvieron y se encuentran durmiendo acaso en el fondo del silencioso y lóbrego océano o perdidos en la anchura del desierto. De ellos nada o poco recordamos, ya nadie los llora, el dolor de sus madres, familias y esposas ya son pasado...pero su ejemplo… sigue vivo.

Dedicamos este trabajo, a toda aquella juventud vigorosa que legó a la Patria un ejemplo inmortal, que nos engrandece y que ilustra en nuestras almas la ruta de la Gloria…o la Victoria.



2 comentarios:

Unknown dijo...

Heroes de toda una vida y connotada participación en el combate de 1979...héroes de la patria por siempre

Unknown dijo...

Grandes chilenos que jamas olvidaremos como ellos dijeron viva chile

ERES EL HISTORIADOR N°

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