Gobernador por el Rey

Valdivia por su parte navegaba contra el tiempo en compañía de Gerónimo de Alderete y unos cuantos más. Consciente que se jugaba el porvenir, intentaba unirse a las fuerzas de La Gasca antes del crucial enfrentamiento con la hueste de Pizarro. Luego de hacer corta escala en La Serena y en la bahía de Iquique, se enteró en el puerto de Ilo que el enviado del Rey, habiendo pasado ya por Lima, estaba con su ejército en Jauja, y se dirigía a Cuzco para la gran batalla con los rebeldes.

Al desembarcar en el Callao y trasladarse a Lima escribe al jefe realista rogándole que demore un día en cada detención, que él marchaba a toda prisa para darle alcance. En la capital se hizo de cabalgaduras y equipo de guerra, y como iba con buen dinero, apertrechó a otros muchos soldados del Perú afines al Rey, que no habían podido acompañar a La Gasca por falta de armas y caballos. Siguió en frenética persecución del Virrey, ahora con su destacamento. "Caminó con tanta prisa, dice Vivar, que hacía en un día lo que el Presidente hacía en tres". Por fin el 24 de febrero de 1548 lo alcanzó en Andahuaylas, a unos 50 km de Cuzco.

Viaje de Valdivia al Perú y lugar de la Batalla de Xaquixahuana el 9 de abril de 1548. Xaquixahuana ó Jaquijahuana es hoy conocida como Pampa de Anta, en la Provincia de Anta del Departamento de Cuzco.

Viaje de Valdivia al Perú y lugar de la Batalla de Xaquixahuana el 9 de abril de 1548. Xaquixahuana ó Jaquijahuana es hoy conocida como Pampa de Anta, en la Provincia de Anta del Departamento de Cuzco.

La recepción de Pedro de la Gasca fue cordial. Los soldados del Perú tenían informado al clérigo de las habilidades de estratega del extremeño, que desde la Batalla de las Salinas era leyenda. Para decepción del que pretendía ser Gobernador de Chile sin embargo, La Gasca le llamó solamente capitán Valdivia. Mas no se desalentó, por el contrario. Nombrado maestre de campo junto al también prestigiado mariscal Alonso de Alvarado, de inmediato desplegó el mayor empeño y toda su inteligencia táctica preparando a la milicia del Rey para sorprender y abrumar a los de Gonzalo Pizarro.

No era fácil. Los revolucionarios habían obtenido gran victoria en la sangrienta Batalla de Huarina, semanas antes, y su jefe de campo era el mariscal Francisco de Carvajal, el mítico Demonio de Los Andes, de indiscutible talento militar y tan valeroso como violento y despiadado. Pero la llegada del igualmente célebre Pedro de Valdivia encendió la moral de los realistas y el cura Virrey había hecho lo suyo, enviando mensajes llenos de bondad y ofreciendo perdón y amnistía a la tropa rebelde y a sus principales capitanes. Más decisivo y en virtud de sus amplios poderes, La Gasca les propuso negociar la aplicación de las nuevas ordenanzas sobre las encomiendas de indios, fisurando así el sustento de la revolución.

A la Luz de los Hechos

A la luz de los hechos parece que, para minimizar el derrame de sangre española, los del Rey apuntaban al centro de la moral del adversario con la siguiente estrategia: Mientras por un lado el sagaz cura mostraba con sus recados toda la comprensión y misericordia de Su Majestad, por el otro Valdivia y Alvarado debían mostrar el insuperable poder del Imperio. Luego de un notable esfuerzo logístico y a marcha forzada, los dos coroneles lograron cruzar con el ejército real el abrupto cajón del río Apurimac, y después de algunas escaramuzas menores, asentarlo de noche tras los escarpados cerros que rodeaban el campo de Pizarro, en el valle de Xaquixahuana, a cuatro leguas de Cuzco.

Instalado en la cima de una colina, cuenta Vivar, apenas despuntó el alba del 9 de abril de 1548, el chileno ordenó a los mejores artilleros disparar cuatro cañonazos a la tienda que parecía ser la principal, la de Pizarro. Los proyectiles hicieron blanco, despedazando a un lugarteniente del líder rebelde e hiriendo a otro par. Pero las bajas eran lo menos importante. Valdivia buscaba el golpe sicológico. Sobrecoger el ánimo de los insurgentes al verse amanecer rodeados por el ejército del Rey al que alguna vez juraron lealtad, que además ocupaba en perfecto orden y distribución las posiciones estratégicas del valle. Le resultó. Francisco de Carvajal, el comandante de las fuerzas de Pizarro, que había militado con Valdivia en Italia pero ignoraba que estuviese en el Perú, reconoció la mano:

—"Valdivia está en la tierra y rige el campo real... ¡O el diablo!", se le escuchó maldecir.17 Todo estaba hecho. La mayor parte de los soldados rebeldes, impresionados por el arreglo de los escuadrones del frente real, y sin temple para combatir a las poderosas fuerzas imperiales de su amada España, optaron por cambiar de bando al cabo de una corta refriega, y aceptar la amnistía que se les ofrecía.

—"¡Ah... Señor Gobernador, que Su Majestad os debe mucho!", dijo lleno de satisfacción Pedro de la Gasca cuando Valdivia se presentó llevando preso al terrible Carvajal. Lo había conseguido. Era Gobernador de Chile por el Rey.



FUENTE:http://es.wikipedia.org

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