La nueva colonia


Las casas de la aldea se edificaron con los materiales disponibles en el entorno, madera con revoque de barro y techo de paja. La plaza no era más que un pedregal eriazo con un madero vertical empotrado en el centro, símbolo de que allí regía el Rey de Castilla y su justicia. Una acequia que abastecía el agua desde una vertiente del Santa Lucía, atravesaba el poblado hacia el este. Al costado norte de la plaza estaba el rancho de Valdivia y junto a él, una ramada para las asambleas del cabildo y más allá el recinto de la cárcel. La iglesia y solares de los curas en el frente poniente.

A pesar de la reputación de pobreza de estas provincias, el principal afán del Gobernador era el hallazgo de oro, el mejor medio de atraer nuevos contingentes que le permitieran profundizar la conquista y poblamiento de un territorio tan vasto. De encontrarlo, mejoraría también el ánimo de los ciento cincuenta aventureros impacientes que le acompañaban, algunos de los cuales ya demostraban cierta inquietud. Se daba por descontado que el oro no sería tan abundante como en el Perú, pero debía haberlo, por el tributo en el metal que antaño pagaban los naturales chilenos al Inca. Intentando descubrir de dónde salía esa contribución, y además para proveerse de alimentos hurtándolo en las siembras de los indios, Valdivia y la mitad de sus hombres salían con frecuencia a reconocer los valles de las inmediaciones, dejando en la aldea como teniente de gobernador a Alonso de Monroy.

Una de esas excursiones los llevó al valle de Chile (Aconcagua) donde les esperaba Michimalonco, el poderoso cacique que allí regía y quien ya tenía la experiencia con la presencia española al haber recibido en buenos términos a Diego de Almagro en 1535, y aún antes al primer español que pisó territorio chileno, Gonzalo Calvo de Barrientos. Atrincherado en un fuerte con gran número de indios "bien pertrechados para la guerra", el sagaz caudillo indígena sin duda pretendía aprovechar la salida de los invasores para llevar la lucha a un lugar “áspero e montuoso”, tácticamente ventajoso para él, y enfrentar primero sólo a una fracción de ellos, para luego dar cuenta del resto que permanecía en la villa. Mandó Valdivia a su tropa acometer la fortaleza, pero teniendo especial cuidado de prender vivo a Michimalonco, que esperaba fuese de utilidad a sus propósitos más allá de esa batalla. Después de tres horas de combate y la muerte de muchos indios y apenas un español, los castellanos terminaron de arruinar el fuerte y, por el momento, la estrategia del cacique. Para satisfacción de Valdivia, aquel y otros jefes indios fueron aprehendidos con vida.

Empeñado en conseguir la ubicación del oro y mano de obra indígena para extraerlo, trató muy bien a los capturados, quienes aparentemente cedieron a las atenciones y a cambio de su libertad, guiaron a los castellanos a sus lavaderos en las quebradas del estero Marga Marga, muy cerca del lugar de la batalla. Dice el soldado cronista Mariño de Lobera, que al ver la faena los españoles rompieron en expresiones de júbilo, “y como si ya tuvieran el oro en las bolsas, sólo pensaban si había tantos costales y alforjas en el reino donde echar tanto, y cómo en breve tiempo irían a España a hacer torres del metal, comenzando desde luego a hacerlas de viento”. Los caciques deben haber contemplado con mucho interés la escena, pues inesperadamente aparecía un aliado para la defensa de su suelo: la codicia del invasor.

Pedro de Valdivia dispuso que dos soldados con experiencia en explotaciones mineras dirigieran a los más de mil indios de trabajo que los caciques habían facilitado. Cerca de ahí, donde el río Aconcagua desemboca en las playas de Concón, zona por entonces abundante en bosques, ordenó también construir un bergantín para transportar el oro al Perú, traer suministros y embarcar allá a los españoles que, imaginaba, se enrolarían en la conquista de Chile al constatar la existencia del metal. A cargo de vigilar ambas empresas quedó al capitán Gonzalo de los Ríos, al mando de unos veinticinco soldados.

A comienzos de agosto, Valdivia se encontraba supervisando personalmente los trabajos del lavadero y astillero, cuando recibió un mensaje escrito de su teniente en Santiago, Alonso de Monroy, avisando que había claros indicios de una conspiración para asesinarle. Regresó de inmediato a la aldea y se reunió con sus capitanes más leales, mas no había pruebas contundentes contra los sospechosos. La calidad de estos, dos de ellos integrantes del Cabildo, aconsejaba extrema cautela en el proceder. Pero interrumpió estas preocupaciones la noticia de un nuevo y grave acontecimiento, una catástrofe que vendría a desmoronar el ya bien encaminado proyecto de Valdivia: llegó a Santiago una noche, tras enajenado galope, el capitán Gonzalo de los Ríos junto al negro Juan Valiente. Eran los únicos sobrevivientes al desastre: Liderados por los caciques Trajalongo y Chigaimanga, los indios de los lavaderos y el astillero se habían sublevado, sin duda porque de no actuar en ese momento, la venida de más españoles en el buque haría más difícil expulsarlos de su tierra. Atrajeron a los codiciosos soldados con una olla repleta de oro, dándoles muerte en una emboscada y arrasando luego las dos faenas. Salió apurado el Gobernador con algunos jinetes a verificar el estado de las obras, y si era posible retomar los trabajos, pero “llegando al asiento de las minas donde se había hecho la matanza, no tuvo oportunidad de hacer otra cosa más que de llorar el daño que veían sus ojos”. Peor, las informaciones que pudo recoger daban cuenta que los naturales estaban preparando la insurrección general y definitiva.

Cuando Valdivia entraba de vuelta en Santiago su semblante mostraba pesadumbre. Al verlo, uno de los que conspiraba en su contra, un tal Chinchilla, no pudo evitar que su regocijo desbordara y se puso a correr por la plaza dando brincos de alegría con “un pretal de cascabeles”. Supo esto el Gobernador, cuyo humor no debe haber estado ya para delicadezas, y ordenó apresarle inmediatamente. El mismo Valdivia contaba a su Rey más tarde: “Hice allí mi pesquisa (probablemente torturó a Chinchilla) y hallé culpables a muchos, pero por la necesidad en que estaba (de soldados) ahorqué cinco que fueron los cabezas, y disimulé con los demás, y con esto aseguré la gente”. Agrega que los conjurados de Chile estaban de acuerdo con los almagristas del Perú, los que debían matar a Pizarro. Por su parte, Mariño de Lobera confirma que “los cinco confesaron al momento de su muerte ser verdad que se amotinaban”. Parece que el propósito de los golpistas era regresar al Perú, acaso en el barco y con el oro. Pertenecían al bando de los almagristas, que ahora regía allá, de modo que sus perspectivas eran mucho mejores en ese país que en esta “mala tierra”. Su camino sin embargo, pasaba irremediablemente por el asesinato del Gobernador, ya que éste no permitía a nadie abandonar la colonia. El buen cronista Alonso de Góngora Marmolejo describe en estos términos el sentir de los conspiradores: "que habían venido engañados; que mejor les sería volverse al Perú que estar esperando cosa incierta pues no veían muestra de riqueza encima de la tierra, y que no era cosa justa de hombres de bien, que por hacer Señor a Valdivia pasar ellos tantos trabajos y necesidades; que Valdivia era codicioso de mando y que por mandar había aborrecido al Perú, y que agora que los tenía dentro de Chile serían forzados a todo lo que quisiese hacer dellos".

Buenas razones, mal momento. Luego de un brevísimo proceso instruido por el Alguacil Gómez de Almagro, fueron ejecutados junto a Chinchilla don Martín de Solier, noble de Córdoba y regidor del cabildo, Antonio de Pastrana, procurador y suegro de Chinchilla, y dos conspiradores más. Jabonado libró esa vez Pedro Sancho de la Hoz, buen amigo del torpe del cascabel, en cuya compañía había venido del Perú. Para escarmiento de algún otro impaciente que quisiese rebelarse, o siquiera desertar luego del desastre del oro y el bergantín, los cadáveres de los desdichados flotaron al viento en las horcas por mucho tiempo, en lo más alto del Santa Lucía, el Peñón del Dolor

FUENTE:http://es.wikipedia.org

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