Breve Resumen de la Guerra del Pacifico

Impulso expansivo del pueblo chileno durante los tres primeros cuartos del siglo XIX.

La población se derramo sobre los fértiles valles baldíos de las faldas orientales de los Andes, sin estorbos de parte de la Argentina, a la sazón casi despoblada aún en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe.

Otro ocurrió hacia el norte. Movido por su espíritu de empresa, el chileno exploró el desierto, descubrió y explotó sus riquezas y encendió la vida de sus entrañas, al parecer, absolutamente estériles, y fundó las empresas mineras de Caracoles, Oruro, Huanchaca y Corocoro en Bolivia. A su esfuerzo se debió también, en gran parte, la creación de industria del salitre de Tarapacá y Antofagasta. Ambas irradiaciones fueron espontáneas y ajenas a todo espíritu de conquista o de predominio político.


Ilusiones fundadas en el tratado de 1874.

Hemos referido la larga controversia entre Chile y Bolivia sobre su limite norte, que el primero había fijado en el paralelo 23, por ley de octubre de 1842, y que la segunda sostenía ser el paralelo 26. Conocemos también las gestiones diplomáticas y los distintos tratados hasta el de 1874, que pareció poner termino definitivo a la disputa.

Este pacto fue aprobado de mala voluntad por el congreso chileno. Chile, abandonado definitivamente sus pretensiones a la soberanía del territorio comprendido entre el grado 23 y 24, aceptaba fijar la frontera en este ultimo, mientras Bolivia se liberaba de todas las compensaciones estipuladas en el tratado de 1866, entre Melgarejo y Vergara Albano, en cambio de la concesión transitoria del articulo 4º, cuyo texto era el siguiente: “Los derechos de exportación que se impongan sobre los minerales explotados en la zona de terreno de que hablan los artículos precedentes (o sea, la comprendida entre los paralelos 23 y 24), no excederán la cuota que actualmente se cobra; y las personas, industrias y capitales chilenos, no quedaran sujetos a mas contribuciones, de cualquier clase que sean, que a las que al presente existen. La estipulación contenida en este articulo durará por el termino de 25 años”.


Daza asume el poder en Bolivia. Agravación de los abusos de las autoridades bolivianas del litoral.

En marzo de 1876, el general Hilarión Daza, ministro de la Guerra del presidente Frías, lo depuso y asumió el mando de Bolivia. Oriundo de Sucre, había ingresado joven al ejercito; tenia una larga hoja de servicios escrita en los cuartelazos y revueltas de su patria. Instrumento de Melgarejo, más tarde lo había traicionado.

“Daza – dice Arguedas – era grande, bien musculado y de una fuerza hercúlea. De temperamento ardiente, glotón, sensual y libre de todo escrúpulo moral, le atraían la vida fácil y los placeres groseros.”


Se generaliza en el pueblo chileno el odio hacia Bolivia.

Pero el mayor peligro de las vejaciones y abusos de las autoridades bolivianas no estaba en los tumultos que provocaban, ni en el levantamiento general que por tres veces estuvo a punto de estallar, sino en sus repercusiones en el corazón del pueblo chileno.


La opinión publica chilena se pronuncia contra la política pacifista del gobierno.

Paralelamente al desarrollo del odio contra Bolivia, la opinión publica chilena empezó a pronunciarse con creciente energía contra la política de la paz a todo trance del presidente Pinto y de los elementos dirigentes. Los diarios mas influyentes representaron la necesidad de asumir una actitud resuelta y aun amenazadora como único medio de hacer entrar en razón a Daza. Con motivo de la cancelación de exequátur del cónsul Villegas, el gobierno chileno había dirigido al de Bolivia una nota en la cual deploraba lo ocurrido; le reconocía el derecho para procederán la forma que había obrado y le reiteraba sus deseos de mantener buenas relaciones. “El Mercurio”, a la sazón órgano del comercio y quizás el diario mas pacato de la época, aludiendo al efecto de semejante nota sobre un caudillo primitivo del corte de Daza, decía : “ Con este sistema de acaramelada diplomacia, vamos a envalentonar hasta los más débiles de nuestros vecinos”(5). Los mismos correligionarios del ministro Alfonso empezaron a reprochar al gobierno su debilidad. Abraham Kônig escribía: “Toda complacencia será mirada como debilidad....Basta de contemplaciones”.


La Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta.

En su oportunidad dimos cuenta del descubrimiento de salitre en Salar del Carmen, cerca del actual puerto de Antofagasta, por José Santos Ossa, asociado a Francisco Puelma, en 1860. Referimos también que los descubridores obtuvieron en 1866 del ministro de Bolivia en Santiago, Mariano Donato Muñoz, debidamente autorizado para ello por Melgarejo, una concesión de cinco lenguas de terrenos salitrales y cuatro mas para fines agrícolas, en cambio de la construcción de un muelle en la caleta donde posteriormente se levanto la cuidad de Antofagasta. El gobierno boliviano dio la posesión de los terrenos a los concesionarios en 186. Hacia esa misma fecha, el gobierno peruano concedía gratuitamente las pampas salitrales de Tarapacá, más ricas que las de Antofagasta.


Daza rompe el tratado de 1874.

A pesar de la actitud de la prensa y del grueso de la opinión publica, el presidente Pinto estaba resuelto a evitar a todo trance la guerra con Bolivia. Los gobiernos duraban poco en el Altiplano, y Pinto esperaba confiadamente que el advenimiento de un mandatario sensato y recto permitiría poner termino a los abusos de las autoridades bolivianas en el litoral, restableciendo la armonía entre los dos países, sobre la base del leal cumplimiento del tratado de 1874. “Nuestro gobierno se hacia sordo a nuestras justas quejas y nos dejaba abandonados a nuestra propia suerte”, escribía en 1880 el ex cónsul Enrique Villegas.

Pero, como lo presentían la prensa y la opinión publica, la debilidad, exteriorizada por el gobierno chileno, en vez de evitar la guerra, la precipito. Daza tomo la actitud de Pinto como manifestación de temor a verse envuelto en guerra, a la vez, con Argentina, Bolivia y Perú, y resolvió aprovechar la oportunidad para recuperar las salitreras concebidas a la Compañía de Antofagasta y poner termino a la peligrosa expansión chilena en el litoral boliviano.


Los gobiernos de Chile y Bolivia invocan el arbitraje convenido en el pacto complementario de 1875.
El verdadero pensamiento de Daza.

Al mismo tiempo que el gobierno boliviano ordenaba ejecutar en Antofagasta a la Compañía de Salitres, su cancillería, en nota de 28 de diciembre de 1878, invocaba el arbitraje convenido en el pacto de 1875, complementario del tratado de 1874.

El gobierno chileno, por su lado, dirigió el 3 de enero de 1879 un oficio a su representante en La Paz, en el cual le ordenaba proponer el arbitraje pactado en el convenio de 1875, en la inteligencia de que, mientras el arbitro fallase, Bolivia suspendería la aplicación del derecho sobre el salitre y sus procedimientos contra la compañía.


Dualidad de criterio dentro del gobierno chileno.

La actitud del gobierno chileno frente a la ruptura del tratado de 1874 por Bolivia, se resintió de una dualidad que se prolongo hasta la declaración de guerra al Perú.

El presidente Pinto era pacifista, el estaba dispuesto a eludir las provocaciones de Daza en el terreno económico con la misma paciencia que había gastado enfrente de las arbitrariedades y vejaciones contra la población chilena del litoral.

La orientación opuesta estaba encabezada por el ministro del Interior, Belisario Prats, que ante una enérgica actitud, reforzada por la voluntad guerrera del pueblo chileno, se impuso a sus colegas, y arrastro al presidente Pinto a asumir una actitud enérgica, que iba a culminar con la ocupación de Antofagasta y la guerra contra Bolivia y Perú.


Retiro del ministro Videla.

Calculando, por los informes que obraban en poder de la cancillería chilena, que Daza no aceptaría el arbitraje, el ministro Fierro había cuidado de añadir, en el oficio de 3 de enero de 1879, un párrafo que contemplaba esta eventualidad. “El litoral de Antofagasta hasta el grado 23 quedaría irrevocablemente incorporado a la soberanía chilena, y su ejercito procedería a ocuparlo en el acto.”

El día 8 de febrero, en vista de los nuevos datos llegados del norte, Fierro telegrafío a Videla, ordenándole que exigiera de la cancillería boliviana una respuesta en el plazo de tres días, y no obteniéndola o siendo adversa, retirarse haciendo antes la advertencia con que cerraba la nota de 3 de enero, que acabe de transcribir.

Videla pidió sus pasaportes el día 12 de febrero, y como no los recibiera, corto de hecho toda relación con el gobierno boliviano.


Chile ocupa el litoral boliviano entre los grados 24 y 23.

A la decisión de Daza de cobrar desde luego el impuesto de 10 centavos a la Compañía de Salitres, sin que el arbitro resolviese previamente la disputa, el gobierno chileno respondió con la orden impartida a los comandantes del “Blanco” y del “Cochrane”, que estaban en Lota, de que se dirigieran inmediatamente a Caldera. Y como las alarmantes noticias que llegaban de Antofagasta hiciesen temer un levantamiento en masa de los diez mil chilenos que había en ese departamento y la masacre de los 40 policiales y de los pocos funcionarios bolivianos, se ordeno que el “Blanco” siguiese a Antofagasta, a fin de calmar con su presencia la exaltación reinante en esa cuidad. El blindado llego a Antofagasta el 7 de febrero.


Bolivia declara la guerra a Chile. Ocupación de Calama.

Con la ocupación de la zona del litoral comprendida entre los grados 23 y 24, Chile había entendido reivindicar un territorio que estimaba suyo antes de 1866, y que había cedido a Bolivia en transacción no respetada por este país. Al ordenar a Videla que cortara las relaciones con Bolivia, la cancillería chilena había cuidado de recomendar a su representante que definiera el alcance jurídico del paso que se veía obligada a dar en resguardo de la dignidad y de los intereses nacionales. Cumpliendo sus instrucciones, el diplomático chileno decía en su ultimo nota al gobierno boliviano: “Roto el tratado de 6 de agosto de 1874, por que Bolivia no ha dado cumplimiento a las obligaciones en él estipuladas, renacen para Chile los derechos que legítimamente hacia valer antes del tratado de 1866 sobre el territorio a que ese tratado se refiere”.

El día 27 de febrero de 1879 se celebro un gran mitin en La Paz. Daza, dirigiéndose al pueblo desde los balcones del palacio de gobierno, le dijo: “El día 14 de los corrientes, dos vapores de guerra chilenos con 800 hombres de desembarco y apoyados por un considerable numero de gentes depravadas por la miseria y el vicio, asesinos de cuchillo corvo, se han apoderado por sorpresa de nuestros indefensos puertos de Antofagasta y Mejillones”.

Daza no creyó necesario declarar la guerra. Pero el gobierno peruano, junto con decidirse a cumplir el pacto de 1873, exigió a Bolivia que declarase la guerra a Chile, a fin de impedir que se armara, durante los tres o cuatro meses que necesitaba el Perú para completar sus preparativos. Accediendo a los deseos del aliado, Daza la declaro el 1° de marzo de 1879. Posteriormente Perú le declararía la guerra a Chile el 4 de abril de 1879.


Reacción guerrera del pueblo chileno.

La ocupación de Antofagasta despertó la voluntad guerrera del pueblo chileno, que dormía desde los días lejanos del Paucarpata y de Yungay. El instinto popular, libre de la venda de los raciocinios y de las abstracciones jurídicas, diviso con clarividencia lo que estadistas y políticos sólo vieron después de producirse los acontecimientos: que la guerra era inevitable y que Chile tendría que pelear contra el Perú y Bolivia unidos.


Guerra del Pacifico

Campaña marítima (Mayo a Octubre 1879).

Entre ambos bandos, existía un relativo equilibrio en su poderío naval. Bolivia carecía de Armada. Pero, Perú y Chile habían adquirido en esta década, como parte del fuerte proceso armamentista que involucro a todos los países americanos, cuatro modernas naves de guerra. Los peruanos contaban con el acorazado Huáscar y la Independencia. Y los chilenos, por su parte, disponían del Blanco Encalada y el Cochrane.

Los aliados tenían una ligera ventaja en cuanto a los armamentos. Sus naves de guerra superaban en capacidad a las chilenas. Pero esa ventaja era sobradamente contrapesada por el mayor grado de profesionalismo de los marinos nacionales. No hay que olvidar que una parte significativa de la tripulación de los barcos de guerra peruanos se había compuesto tradicionalmente de marinos chilenos. Al vislumbrarse la posibilidad de la guerra, el Gobierno peruano había decidido expulsar de ese país a los marinos chilenos, mermando seriamente su poderío naval.

El dominio de los mares se resolvió, finalmente, en dos encuentros, que tuvieron lugar en mayo y octubre de 879.

El desenlace del primer enfrentamiento a gran escala fue curioso: el almirante, Juan Williams Rebolledo, había decidido resolver, de una sola vez, la disputa por los mares, dando un golpe directo, vigoroso, a la armada peruana, que él suponía en las inmediaciones del puerto de Callao, frente a la cuidad capital de Lima. Envío al grueso de la Escuadra nacional con destino al Callao, dejando a dos naves menores y a bastante maltraer –la Esmerada y Covadonga-, a cargo del bloqueo del principal puerto del enemigo en la provincia de Tarapacá : Iquique. Pero, su apreciación demostró ser profundamente errada, pues la Armada peruana se encontraba bastante mas al sur de lo que el suponía. El 21 de mayo de 1879, los dos principales barcos de guerra peruanos, dirigidos por el mas talentoso marino de ese país, Miguel Grau, ingresaron a la rada de Iquique. Allí se toparon con las dos frágiles embarcaciones chilenas. El monitor Huáscar (1.130 t) destruyo en unas pocas horas a la Esmeralda (850 t), que, por su lentitud, no logro escapar. La independencia (2000 t), por su parte, inicio la persecución de la pequeña corbeta Covadonga (412 t), que logro huir hacia el sur. Carlos Condell sabia que un enfrentamiento directo equivalía al suicidio; condujo su nave pegada a la costa, con el propósito de hacer encallar a su rival. Al llegar a la altura de Punta Gruesa, algunos kilómetros al sur de Iquique, la nave peruana se acerco mas de los conveniente a la costa y varó. En completa indefensión, pudo ser cañoneada por la Covadonga hasta quedar totalmente inutilizada.

El balance para los chilenos fue muy positivo. Habían ganado su primer héroe, Arturo Prat, cuestión muy relevante desde un punto de vista anímico en una guerra. Pero, por sobre todo, habían destruido el 50 por ciento del poderío naval de su enemigo, a cambio de una nave bastante antigua.

Desde ese momento, el lance ya estaba resuelto. Sólo restaba dar alcance al Huáscar para terminar por completo con la presencia peruana en los mares.

No resulto fácil, pues el hábil almirante Grau eludió la persecución durante varios meses. El Huáscar, en forma heroica y casi suicida, se interno en territorio dominado por chilenos, ataco puertos y nave, hasta que el 8 de octubre de 1879, en Punta Angamos, a la altura de Mejillones, fue sorprendido por los blindados Blanco Encalada y Cochrane, que dieron cuenta de él. La captura del Huáscar significo la destrucción total del poder naval peruano.


Campaña Tarapacá (Noviembre 1879 a Junio 1880).

El paso siguiente, según los estrategas chilenos, debería ser la ocupación de la provincia peruana de Tarapacá. Se preparo y armó, con gran celeridad, un contingente de 10.000 hombres en Antofagasta, bajo el impulso del ministro de guerra, don Rafael Sotomayor. El 2 de noviembre de 1879, se produjo el desembarco de esa fuerza en el puerto de Pisagua, Luego, se libraron las batallas de Dolores (19 de noviembre) y de Tarapacá (26 de noviembre).

El general peruano, Juan Buendía, producto de las sucesivas derrotas, hubo que replegarse a Tacna y Arica con las tropas sobrevivientes.

En solo un mes la provincia de Tarapacá había corrido el mismo destino que la de Antofagasta: fuerzas chilenas, inferiores en numero, se habían impuesto en operaciones relámpago.

Los resultados de la guerra provocaron un verdadero sismo político en los países aliados. En Perú fue dispuesto el Presidente Mariano Ignacio Prado, y asumió Nicolás Piérola; En Bolivia, Narciso Campero derrocó a Hilarión Daza.

La debilidad política que evidenciaban los aliados, contrastaba, en cambio, con la notoria estabilidad del sistema político chileno, que funciono sin contratiempos, permitiéndose incluso el lujo de elegir, en medio de la guerra, un nuevo Presidente, dentro de un clima de calma total. Probablemente, una de las razones de mayor peso que explican la efectividad militar (y económica) de los chilenos radique en la solidez de su Estado de derecho; la firmeza de sus instituciones y la calidad de su clase política permitieron a los chilenos disponer de una mayor capacidad para canalizar los esfuerzos colectivos de la sociedad, que enfrento como un todo esta aventura.

A comienzos de 1880, desembarcaron 13.000 chilenos en los puertos de Ilo y Pacocha. Luego de un penoso y largo avance, se libro la batalla de Tacna (26 de mayo de 1880). Arica quedaba enteramente rodeada por fuerzas enemigas y su caída era inminente. La cuidad fue sitiada, y, finalmente, se produjo un asalto a su principal fortaleza, El Morro, bajo la conducción del coronel Pedro Lagos (7 de junio de 1880).

Después de la batalla de Tacna, Bolivia no prosiguió la guerra, y los restos de su Ejercito volvieron al altiplano, dejando solo al Perú, y rompiendo, de hecho, el pacto de asistencia reciproca que los unía. Cesaba de esta manera la participación boliviana en la guerra.

Con posterioridad a la segunda campaña terrestre se realizo la “Confederación de Arica”, en octubre de 1880, con la mediación de los Estados Unidos. La guerra parecía haber llegado a su término, con clara victoria para los chilenos, y era necesario negociar su conclusión. Desde el punto de vista pues aquello por lo cual se había peleado – las riquezas mineras del desierto –ya había sido obtenido. Los representantes de los países beligerantes se reunieron en Arica, a bordo de la fragata norteamericana Lackawanna. El plenipotenciario chileno, Eulogio Altamirano, exigió la cesión definitiva de los territorios situados al sur de la quebrada de Camarones. Su proposición fue rechazada por los delegados de Perú y Bolivia. La falta de entendimiento sobre este punto hizo necesario persistir, en un esfuerzo inútil y enteramente inevitable, todavía por tres años mas, en una guerra ya resuelta.


Campaña de Lima (Noviembre 1880 a Enero 1881).

Terminadas las negociaciones, Chile comenzó a planificar un nuevo avance: la campaña de Lima, que tuvo lugar entre noviembre de 1880 y enero de 1881.

A fines de 1880, partieron de Arica 25.000 combatientes, al mando del general, Manuel Baquedano, con la misión de ocupar Lima, Desembarcaron en Pisco, acampando, luego, en el valle de Lurín, a 30 kilómetros al sur de Lima.

El 13 de enero de 1881, los peruanos fueron derrotados en la batalla de “Chorrillos”; y, el 15 de enero de 1881, otra vez, en la batalla de “Miraflores”. Lima se rindió incondicionalmente al Ejercito chileno, el 17 de enero de 1881. El puerto del El Callao corrió igual suerte al día siguiente.

Una fuerza de ocupación, dirigida por el almirante, Patricio Lynch, conocido como el “Ultimo Virrey”, se hizo cargo de Lima. Los restos del Ejercito y las autoridades peruanas se replegaron a la sierra, y organizaron una resistencia que se mantendrá todavía durante dos años.


Campañas de la Sierra (Junio 1881 a Julio 1883).

La existencia de fuerzas peruanas irregulares en la sierra, obligaron al Ejercito chileno a acometer le que tal vez haya sido su tarea mas ardua. El Presidente Piérola, y el coronel Andrés Cáceres, habían organizado una suerte de guerra de guerrillas, en terrenos de muy difícil acceso. A los soldados chilenos, que habían experimentado hasta ahí modalidades mas convencionales de enfrentamiento, les costo mucho adecuarse. Hubo tres combates principales. En el de Sangra (26 y 27 de junio de 1881) y de La Concepción (9 y 10 de julio de 1882), el balance fue adverso para las fuerzas chilenas. Este ultimo, eso sí, tuvo el mérito de ampliar la galería de héroes nacionales. Una pequeña partida de 77 hombres, dirigidos por el capitán Ignacio Carrera Pinto, resistió hasta morir el ataque de fuerzas muy superiores.

Finalmente en el combate de Huamachuco, el 10 de julio de 1883, la División del coronel, Alejandro Gorostiaga, derroto definitivamente a las montoneras de Cáceres, el caudillo peruano más hostil a la ocupación chilena. Lo que permitió entablar las negociaciones definitivas para la paz. Con esa batalla termina la guerra del Pacifico.

En términos de derecho internacional, la conclusión de la guerra definitiva de los temas que dejó abiertos a guerra tomará mucho más tiempo.


Termino Guerra del Pacifico
Solución al conflicto

Bajo el amparo de las armas chilenas, se formó en el Perú, con muchas dificultades, el gobierno del general Miguel Iglesias, con el cual se pudo celebrar un acuerdo.

El Tratado de Ancón (1883) puso término a la guerra y estipulo las siguientes condiciones principales:

1°. El Perú cedía a Chile, a perpetuidad, el territorio de Tarapacá

2°. El Perú cedía a Chile, temporalmente los territorios de Tacna y Arica, pero al cabo de diez años un plebiscito determinaría bajo que soberanía quedarían definitivamente. (El plebiscito jamás pudo realizarse y en 1929 los gobiernos de Carlos Ibañez y Augusto Leguia celebraron un tratado que adjudico Tacna al Perú y Arica a Chile, determinando el limite en la llamada Línea de la Concordia).

3°. Se fijaron diversas disposiciones sobre la venta de un millón de toneladas de guano que había ordenado el gobierno chileno, cuyo producto líquido debía ser dividido por mitades entre Chile y las empresas extranjeras acreedoras del gobierno peruano.

Bolivia no aceptó firmar un tratado definitivo de límites en el que se establecería la cesión de la provincia de Antofagasta. La nación altiplanica sólo se avino a firmar un Pacto de Tregua, en 1884, en el que se proclamaba reabiertas las relaciones comerciales y se establecía que el territorio comprendido entre el río Loa y el paralelo 23° continuaría sometido a las leyes chilenas, sin implicar con ello un traspaso territorial. La guerra, formalmente, no había concluido. Sólo en 1904 se firma el Tratado de Límites definitivo, en el que Bolivia renuncia a sus pretensiones sobre Antofagasta, y se fijan las fronteras que separan a ambos países en la actualidad.


Consecuencias de la guerra ]

En Chile, gracias a la expansión de su territorio, logró valiosas riquezas naturales que impulsaron la actividad económica del país. Durante la presidencia de José Manuel Balmaceda (1886-1891), los principales ingresos de nuestro país provenían básicamente de la industria salitrera; sin embargo, el mercado internacional era muy inestable en este sentido. Por lo mismo, Chile debía intentar estabilizarlo estableciendo un equilibrio entre la oferta y la demanda, algo no muy fácil si pensamos que la industria del salitre se encontraba totalmente bajo el control de los ingleses, los que solo buscaban beneficio personal.

Es así como el gobierno -una vez terminada la guerra- se dedicó a planear la forma de reconstituir la propiedad de la industria del salitre y explotarla en beneficio nacional. Entre 1884 y 1886 se realizó una alianza entre los productores para reducir la producción, ya que en ese entonces el mercado se encontraba bastante saturado.

Sin embargo, esto no dio resultado y la provincia de Tarapacá reinició su actividad productiva, logrando un gran auge junto a la provincia de Antofagasta. A raíz del mismo auge de las salitreras, muchos individuos emigraron de sus hogares para venir a Chile, entre los que se contaron trabajadores del Chile central, Bolivia y Perú, ingenieros y técnicos de Europa y comerciantes.
La inmigración fue tan grande que la población de Antofagasta pasó de 5.384 habitantes en 1875, a 21.213 diez años más tarde, y la de Tarapacá, de 39.255 a 45.086, en el mismo período.

Por otro lado, los aranceles sobre el salitre beneficiaron ampliamente la construcción de nuevas obras públicas, como puertos y ferrocarriles, obras sociales y refuerzos para las fuerzas armadas.

También, una vez finalizada la Guerra del Pacífico se incrementaron el cultivo de trigo en el sur y la vitivinicultura en el centro, y las empresas industriales de producción de bienes de consumo se expandieron. Finalmente, y gracias a los créditos recibidos por su buena reputación, Chile modernizó sus principales ciudades, los servicios de sanidad y la educación, y realizó la construcción de grandes edificios.

“En Bolivia a diferencia de nuestro país, la Guerra del Pacífico constituyó para Bolivia uno de los episodios más dramáticos de su historia. Su ejército fue totalmente derrotado, lo que le significó la pérdida del único territorio con salida al mar que poseía. Desde ese entonces, y hasta el día de hoy, el no tener acceso al mar ha significado un problema para esta nación.”

Además, el territorio que perdió a manos de Chile le significó un gran deterioro en su economía, debido a la pérdida del salitre, por lo que su crecimiento distó mucho del auge que vivió nuestro país.

Por otro lado, aunque Bolivia pudo haber crecido gracias a la producción de plata, las variaciones en el precio de este metal impactaban fuertemente en la economía de esa nación, teniendo su mayor crisis en 1900, cuando su valor colapsó en el mercado internacional. Así, el estaño ocupó el lugar de la plata, como consecuencia del agotamiento de las minas europeas de este metal, momento a partir del cual los capitales provenientes del viejo continente, Estados Unidos y Chile compitieron con los capitalistas bolivianos por el control de las minas de estaño.

“En Perú, Al igual que Bolivia, Perú no tuvo un buen recuerdo de su paso por la Guerra del Pacífico, ya que su participación significó la derrota de sus fuerzas. A diferencia de Chile, que no detuvo su progreso durante la guerra, Perú sufrió grandes divisiones sociales; por un lado estaban los campesinos indígenas, y por el otro, los terratenientes, creándose fuertes pugnas entre ellos.

Por otra parte, las principales exportaciones del país habían sido el guano, el salitre y el azúcar; sin embargo, el bloqueo de Chile a todo el territorio donde se producían, durante la guerra, había dejado al Perú en la ruina.

Tras la guerra, la molestia de peruanos y bolivianos hacia nuestro país se explica básicamente por los grandes beneficios que los nitratos trajeron a Chile. Sin embargo, el triunfo chileno no tuvo que ver únicamente con la economía; las repercusiones del conflicto influyeron notablemente en las sociedades de estos tres países.

Chile salió de la guerra con un ejército bastante más poderoso que el original, y la expansión de su territorio ayudó mucho al desarrollo del país. Perú y Bolivia, en cambio, enfrentaron sociedades extremadamente desmoralizadas producto del desenlace de la guerra, lo que hizo imposible un desarrollo normal de sus pueblos. Por el contrario, la Guerra del Pacífico fue el detonante que permitió a Chile consolidarse como una de las potencias sudamericanas de la época.”

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